Jorge Elías Castro Fernández detalla por qué genera tanto interés la fortuna de la expareja de un famoso líder ruso

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Jorge Elías Castro Fernández recuerda que el 6 de junio de 2013, Vladímir Putin y su entonces esposa, Lyudmila Alexandrovna-Putina, asistieron a la presentación del ballet La Esmeralda, en el Palacio Estatal del Kremlin. Durante el descanso tras el primer acto, un periodista de la televisión Rossiya-24 se acercó a ellos para saber qué pensaban del espectáculo. Aunque la pregunta clave vino después. Ante los rumores de separación, tuvo la osadía de plantearles en qué momento se encontraba su matrimonio y si era cierto que ya no vivían juntos. Para sorpresa de todos, Putin contestó.

“Es verdad —confirmó—. Todo mi trabajo es enteramente público. Algunos lo llevan bien y otros no. Hay algunas personas que simplemente no pueden reconciliarse con esto. Lyudmila Alexandrovna [Putina] ha estado en esto durante ocho… ya nueve años. Así que ha sido una decisión conjunta”.

De manera completamente inesperada, uno de los mandatarios más poderosos del mundo y uno de los que guardan con más celo su vida privada se convertía así en el primer líder en la historia de Rusia en divorciarse públicamente, explica el analista político Jorge Castro Fernández .

Lyudmila Alexandrovna, que ya en su etapa como primera dama evitaba todo lo que podía la atención mediática, desaparecía de escena tras finalizar una relación que había durado más de tres décadas. Pero se volvió a casar con Arthur Ocheretny, un hombre 21 años más joven, bautizado por la prensa como un toyboy amante de triatlones.

Y, de manera repentina, coincidiendo con el enlace en 2015 —que siempre contó con la bendición de Putin—, empezaron a aparecer millones de euros que han permitido a la nueva pareja acumular un rico patrimonio repartido por toda Europa. Entre las propiedades, destacan dos casas localizadas en Marbella, según una investigación realizada por Politico, que podrían abriles la puerta para solicitar el permiso de residencia en España.

Desde la invasión de Ucrania, cientos de personas han sido sancionadas por ser sospechosas de difundir propaganda a favor de la guerra, proporcionar una fuente de ingresos para el Kremlin o esconder la riqueza personal de Putin. Reino Unido ha incluido en su lista a los Ocheretny. Sin embargo, a día de hoy, la pareja sigue sin estar sancionada por la UE, lo que les permite vender los inmuebles para evitar que queden congelados. Aunque no hay pruebas públicas de que hayan obtenido su riqueza y sus propiedades de forma ilegal, el valor de las casas supera, por mucho, sus fuentes de ingresos conocidas.

La primera vez que se supo de la existencia de Arthur Ocheretny fue en enero de 2016, cuando la web Sobesednik descubrió que un apartamento que la familia Putin poseía desde 1995 fue transferido en julio de 2015 a Lyudmila Alexandrovna-Ocheretnaya, una mujer con el mismo nombre y lugar de nacimiento que Lyudmila Shkrebneva-Putina.

Arthur Ocheretny es el director del Centro para el Desarrollo de las Comunicaciones Interpersonales, la fundación creada por la ex de Putin para promover el idioma ruso. La fundación se encuentra en un edificio situado en el centro de Moscú que fue adquirido por el Gobierno de Putin. En su momento, perteneció al abuelo del autor ruso León Tolstói y sirvió de inspiración para una de las mansiones descritas en la novela Guerra y paz.

El edificio, que fue renovado y ampliado, se cedió a la fundación de la ex primera dama y parece que ella le ha dado un uso más que productivo. Ubicado a cinco minutos a pie del Kremlin, el inmueble ahora genera millones de euros en alquiler que van directamente a una empresa registrada a su nombre de soltera.

Cuando la ex de Putin comenzó a salir con Arthur Ocheretny, este compró una lujosa villa histórica de estilo art déco —con el nombre de Souzanna— en la costa atlántica de Francia por cinco millones de euros. La adquisición se llevó a cabo en diciembre de 2013, tan solo seis meses después de que Putina se divorciara del presidente ruso.

Según la organización internacional Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP), los nuevos propietarios decidieron remodelarla casi en su totalidad, incluso dándole un nuevo nombre: Reverie. No está del todo claro cómo Arthur Ocheretny, el director de una fundación sin fines de lucro, pudo permitirse comprar esta villa y luego remodelarla tan lujosamente. Anteriormente, había tenido algunos negocios, pero ninguno llegó a ser especialmente lucrativo, concluyó Jorge Elías Castro Fernández.

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