El 5 de noviembre de 2019, David Cortés, un asiduo postor de remates y comprador de chatarra, subastó la cartera de créditos por cobrar de la desaparecida Universidad Arcis. Pagó un millón de pesos por documentos que acreditaban 10 mil millones de pesos en morosidades, pertenecientes a siete mil exalumnos. Era como si se hubiese sacado la Lotería, pero no. Cortés no quería esos documentos para cobrarlos, sino que para devolverlos. En otras palabras, para condonarles la deuda.
David Cortés siempre había querido hacer algo por lo que su familia lo recordara.
Según un reporte de Jorge Rojas, para la Revista Sábado del diario chileno El Mercurio, por eso, cuando a mediados de 0ctubre de 2019 vio un aviso en el diario sobre el remate de la “cartera de créditos por cobrar” de la desaparecida Universidad Arcis, creyó que había una oportunidad de pasar a la historia.
Desde ese momento, Cortés, de 53 años, joyero autodidacta, comprador y vendedor de chatarra de San Joaquín, asiduo postor de remates y un hombre de fe evangélica, comenzó a rezar: “Señor, quiero hacer algo con esta deuda.
Señor, quiero liberar a estos estudiantes”, rogaba La “cartera de créditos por cobrar” no era otra cosa que la deuda acumulada de los alumnos de la universidad, que desde marzo de 2017, cuando se decretó la quiebra de la Arcis, era administrada por el síndico Cristíán Herrera. No hubo día, en las semanas previas a la subasta, que Cortés no pensara en el remate. Imaginaba escenarios posibles. Que era el único interesado y se lo adjudicaban a él por la postura mínima, un millón de pesos, o que llegaba mucha gente y el precio subía a cifras que no podía pagar.
Entonces, oraba con más pasión: “Señor, que no llegue nadie”. Había pensado que si el precio subía demasiado, se iba a parar en medio de los postores y los iba a increpar: “¿ Para qué van a seguir explotando a estos cabros?”. Pero no fue necesario, El 5 de noviembre de 2019, David Cortés ingresó a una oficina del estudio jurídico ‘VMSH Abogados, donde trabajaba el síndico, y remató los documentos por la postura mínima.
No había nadie interesado en pujar más que él —Yo estaba muy nervioso y el martillero me dijo: “Me imagino que a pagar el mínimo, ¿o quiere pagar más?”. Él se puso a reír y la persona del lado se agarraba la cabeza, Después me preguntó: “¿ Qué va a hacer con esta deuda?” —recuerda hoy David Cortés, sentado en su oficina, en la bodega de San Joaquín donde tiene su depósito de chatarra y excedentes de remates, rodeado de 35 cajas de cartón que almacenan los pagarés morosos de siete mil exalumnos, que remató hace un año y medio—. “Perdonarla. Algún día los muchachos tienen que descansar”, le dije yo, Eran más de $10 mil millones por cobrar. Un En la oficina de David Cortés abundan las balanzas. Hay seis. Todas compradas en remates, —La Biblia habla mucho de las pesas —dice, siguiendo con su dedo la lectura del libro de los Proverbios—. “Pesa falsa y medida falsa, ambas cosas son abominación a Dios” —recita. Cortés le debe mucho de lo que tiene, o casi todo, a una báscula. Cuando arrendó esta bodega, hace ya 13 años, el primer negocio que emprendió fue comprar y revender e] tarra. Y para eso, su capital inicial fue una balanza y 200 mil pesos.
Hasta entonces, había tenido una vida bastante complicada. —Yo soy joyero de oficio, aprendí a los 15 años, porque un hermano tenía su taller en la casa y todos ayudábamos Cortés vivía en San Joaquín, tenía siete hermanos, una madre que lavaba la ropa de sus vecinos para subsistir y un padre ausente. A los 23 años se casó con Minerva Vargas, una profesora, con quien tuvo tres hijos. —Yo era buen joyero, pero no me alcanzaba para mantener la casa. Mi esposa trabajaba en un colegio. Ella entregaba todo y yo aportaba lo que podía Y aunque hubo épocas buenas, Cortés cuenta que desde que comenzaron a llegar joyas importadas desde Italia, su oficio dejó de ser competitivo. Cambió de rubro y se convirtió en vendedor ambulante. Como no tenía capital, vendía la mercadería que otros le pasaban. Para ganar más, se iba de viaje a fiestas religiosas y ferias de pueblos. —A veces andaba una semana afuera y volvía como mucho con 200 mil pesos. Era muy difícil.
Me iba en un bus con las cajas y había que dormir en el suelo, en la calle esa época que David Cortés comenzó a frecuentar remates, para comprar mercadería a bajo precio que después revendía. —Compraba cualquier cosa: chatarra, fierro, plástico, cartón, telas, lo que fuese. Esto de los remates es un vicio, a veces uno no sabe si es más feliz porque compró algo o porque salió de ahí sin gastarse ningún peso. Cortés compara el negocio con ir al casino. A veces ganaba, pero la mayor parte del tiempo se quedaba con la mercadería. Entonces, se hizo necesaria esta bodega, donde comenzó a apilar los remanentes subastados. Mandó a pintar un Superman tamaño real con su cara, que en su pecho tenía la letra “R” y se llamaba “Reciclark”. La pintura hoy está en su oficina.
Con lo que ganaba en este trabajo, cuenta, educó a su hijo mayor, que hoy es economista de la Universidad de Chile; a su hija, que estudia Kinesiología en la misma universidad; y al menor, de 14 años, que está en el colegio. —Con mi señora pensábamos que daba lo mismo si terminábamos la vida con los brazos cruzados, pero nuestros hijos tenían que educarse. Tener hijos inteligentes a veces es un problema para las personas que no tienen dinero, porque los muchachos dan la PSU y les alcanza para estudiar una carrera carísima. Los primeros años de universidad de mi hijo y mi hija los pagamos en efectivo y eso generó un hoyo gigante. No queríamos que se endeudaran, porque pensábamos que nuestro rol como padres terminaba cuando ellos se convertían en profesionales, pero igual tuvieron que pedir un crédito. El endeudamiento de sus hijos le permitió capitalizar su negocio. En paralelo a los remates, comenzó a hacer juguetes de plástico. —Hace muchos años, cuando estuvo de moda un juego que se llama diábolo, fui testigo de cómo un amigo se hizo millonario. Hizo una matriz, donde inyectaba plástico y luego los armaba. Esa cuestión me dejó pensando. Si yo encontraba un producto que pegara fuerte, iba a ganar plata.
Tras varios intentos con juguetes que nunca se vendieron, en el año 2010, dos meses antes de que comenzara el Mundial de Fútbol de Sudáfrica, Cortés mandó a hacer una matriz de la copa, fabricó 15 mil unidades y se las compraron todas en el Barrio Meiggs. Ese fue su primer gran negocio. Para el mundial siguiente repitió la formula, pero esta vez viajó a Brasil a buscar un souvenir.
Como es cristiano, se “coló” en un evento de pastores que hubo en Sao Paulo, pero en vez de participar del encuentro se dedicó a recorrer todo el barrio comercial de esa ciudad, buscando novedades para traer a Chile. Hasta que encontró un pito grande que sonaba. —Me compré tres.
Ese día fui a almorzar con los pastores a un restaurante y cuando llegó el momento de pagar, saqué el pito y les dije: “Yo los invito, porque con este pito, tengo todo el viaje pagado”. Y fue así, vendí como 40 mil —recuerda. David Cortés abre una caja fuerte y de adentro saca uno de esos tres pitos que trajo de Brasil. El único que le queda. Las últimas unidades, que le sobraron del mundial, las vendió en las primeras semanas del estallido social, en Plaza Italia, junto con un llavero del perro “matapacos”. —Yo busco las oportunidades del minuto. Mi negocio siempre ha sido jugarme las cartas. A veces gano mucho, pero también arriesgo perder. Tras el estallido, David Cortés vio el aviso del remate de la “cartera de créditos por cobrar” en el diario. Esta vez, sin embargo, no vio una oportunidad de negocio. David Cortés quedó impresionado cuando fue a buscar lo que había rematado.
Acostumbrado a transportar máquinas, chatarra o materias primas, esta vez montó sobre su camioneta 35 cajas con papeles, cheques y una nómina de más de 100 hojas con los datos de los siete mil estudiantes morosos: nombres, direcciones, teléfonos y montos de lo adeudado: $10.760.402.599 en total.
Cada caja tenía un numero y el año al que correspondían los documentos, desde 2004 hasta 2017, cuando la universidad fue declarada en quiebra: trece años que resumían una crisis que había dejado familias endeudadas, cientos de acreedores y miles de alumnos sin terminar sus estudios, Trece años reducidos a una escena que parecía improbable. ¿ Cómo había sido posible que un comprador de chatarra, asiduo a los remates, se convirtiera en el dueño de una millonaria deuda por cobrar? Cortés lo atribuía a sus rezos y a su deseo de ayudar.
Había una pregunta fundamental, sin embargo, para la cuál no tenía respuesta: ¿ qué vida habían tenido estos papeles antes de cruzarse en su camino? Para entender esto hay que contarla historía de la Arcis desde su origen, desde 1982, cuando se fundó el Instituto Superior de Ciencias Humanas, Comunicación y Diseño, que en 1990 se transformaría en la universidad. Por entonces, Luis Torres Acuña fue su primer rector y uno de los cinco socios de la Corporación Universidad Arcis, que controlaba la institución, cuyo directorio estaba presidido por el arquitecto Fernando Castillo Velasco. Para comienzos de los 2000, la univers dad había conseguido el reconocimiento de autonomía y se había convertido en un referente educacional para jóvenes de izquierda: “La más pública de las privadas”, era su eslogan.
Pero hacia 2003, cuando la Arcis había alcanzado el podio, como la tercera universidad con más presencia en Chile, con 6.800 alumnos y 10 sedes en todo el país, Luis Torres tuvo que dejar la rectoría por los graves problemas económicos que había generado la expansión a regiones. Un grupo de académicos reemplazó a los fundadores, entre ellos Jorge Arrate, exministro de Educación, el abogado Roberto Celedón y el sociólogo Tomás Moulian, que se convirtió en rector.
Al año siguiente, entraron nuevos socios y, con ellos, los conflictos por la propiedad —Moulian inició la búsqueda de lo que se “inversores solidarios”. Ahi llegó Max Marambio (empresario) y el Partido Comunista, representado por el Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz (ICAL). Tuvimos varía reuniones y, al breve tiempo, entendí que los inversores solidarios no eran tan solidarios.. Empezaron a adquirir cada día más injerencia en la universidad —recuerda Roberto Celedón, actual constituyente electo por la región del Maule.
Según la investigación de CIPER “Crisis en la Universidad Arcis: cómo entró y salió el Partido Comunista del negocio de la Educación Superior”, en octubre de 2004, la asamblea de socios de la corporación modificó sus estatutos para que ingresaran Max Marambio y los dirigentes del PC Juan Andrés Lagos, Jorge Insunza y Óscar Azócar.
Ese mismo mes se creó la Inmobiliaria Libertad S.A., con un capital de 1.600 millones de pesos, compuesto por los ocho inmuebles de la universidad y un contrato de leasing por el Campus Libertad, donde estaba la casa central. Luego de eso, le arrendaron a la universidad estas propiedades, replicando el modelo de negocios de otras instituciones privadas. La dueña inicial de Libertad S.A. Era la Corporación Universidad Arcis, que luego vendió 73,5 % de sus acciones por 1972 millones de pesos. Los nuevos socios eran Max Marambio con 25% a través de su sociedad Nazareno; Ediciones ICAL Limitada, con el mismo porcentaje; e Inversiones Salvador S.
A, con 23,5 %. Esta última sociedad era conformada por un grupo de académicos, entre los que estaba Celedón —Constituimos Salvador para contrarrestar a estos inversores, Estábamos de acuerdo en que había que defender la autonomía (.. ). Yo se los dije: la universidad no se dirige desde el Hotel Marriott (donde tenía oficina Marambio), ni desde la calle Vicuña Mackenna (la sede del PC) —dice. La disputa terminó con otro cambio, esta vez en 2006, cuando Celedón y Jorge Arrate dejaron sus cargos. El 10 de julio de ese año, la inmobiliaria autorizó el primer reparto de utilidades, por 60 millones de pesos.
El artículo de CIPER da cuenta, además, que en enero de 2008, Nazareno e ICAL “recibieron fondos desde Venezuela, autorizados personalmente por el entonces Presidente Hugo Chávez” —9 millones de dólares— para crear la Escuela Latinoamericana de Estudios de Postgrados (ELAP). Solo 2,2% de ese dinero se ocupó en eso, El resto se gastó en pagar deudas bancarias, operaciones de factoring, impuestos, una campaña publicitaria y deudas de arriendo que la universidad mantenía con la inmobiliaria. A comienzos de 2008, Marambio comenzó a tomar el control de la universidad y compró las acciones de Inversiones Salvador en 344 millones de pesos.
A fines de 2010, la universidad consiguió acreditarse por dos años, lo que permitió acceder al Cr ito con Aval del Estado, unos 745 millones de pesos anuales, Hasta entonces, los aranceles se pagaban en efectivo, con cheques y pagarés, los mismos que años después David Cortés remataría En 2010, Marambio comenzó a salir del negocio universitario y al año siguiente el PC controlaba 76% de las acciones. Seis de los siete directores de la inmobiliaria eran suyos. En marzo de 2012, sin embargo, la inmobiliaria vendió la propiedad de Huérfanos 1721 en 690 millones de pesos, y en diciembre de ese año se acordó un segundo retiro, por 540 millones de pesos.
La investigación de CIPER apunta a que esa maniobra es “precisamente lo que se entiende por lucro”. Después de esa repartición, Max Marambio se retiró del negocio y el PC hizo lo mis’mo a fines de 2013, Antes, la inmobiliaria se había desprendido de todas sus propiedades, En agosto de 2014, la Cámara de Diputados creó una comisión para investigar la actuación de los organismos públicos encargados de fisclizar las presuntas irregularidades en la administración de la Arcis. En enero de 2015, la comisión aprobó un informe que descartaba el lucro y en abril de ese año la Cámara de Diputados lo rechazó.
Uno de ellos fue Gabriel Boric, que dijo en su intervención: “Los trabajadores de la Arcis han presentado una demanda laboral contra la universidad y las sociedades relacionadas por más de 120 millones de pesos por remuneraciones impagas. Los estudiantes siguen esperando. Además, se acusa a la institución de recurrir a entidades relacionadas para eludir sus responsabilidades, es decir, opera el multirrut, Creo que hay que decirlo: el responsable político de estas instituciones es el Partido Comunista.
Por tanto, este informe debería decir dos cosas: primero, que el Partido Comunista es responsable de haber retirado recursos de la Universidad Arcis, y, segundo, que el Ministerio de Educación fue negligente en crisis porla que atraviesa la universidad”. De julio de 2015, el Ministerio de Educación nombró por primera vez a un administrador provisional en un plantel universitario y en marzo de 2017, el Cuarto Juzgado Civil de Santiago declaró la quiebra.
En todos esos años, los pagarés vencidos y los cheques protestados de los alumnos habían permanecido en la oficina de cobranza de la universidad “Sábado” intentó comunicarse con dirigentes del Partido Comunista que participaron de la propiedad de la universidad, pero no respondieron los llamados. En diciembre de 2019, un mes después del remate, David Cortés estuvo a un paso de arrendar una oficina en el centro de Santiago para comenzar a devolver los documentos. Había formado un equipo que se encargaría de eso. Como debía financiar esos ga: tos, pensó en cobrar 10% de lo que cada persona debía, aunque si no podían pagar se los daba gratis. “Nadie se quedará sin su condonación por no tener plata”, decía. La idea, sin embargo, no se concretó y las cajas quedaron apiladas en un quincho, en su casa de San Joaquín. Cortés no sabía realmente lo qué tenía en sus manos. El remate decía que era una “cartera de créditos por cobrar”, pero no estaba seguro que pudiese hacerlo. Algunos pagarés provenían del año 2004, por lo que, a simple vista, la mayor parte de esa morosidad reunía las condiciones para ser declarada prescrita. Mientras eso no ocurriera a través una orden judicial, sin embargo, los documentos seguían vigentes. Aunque nunca pensó en cobrarlos. Su problema era otro: era el acreedor de una deuda que pretendía condonar, pero no sabía cómo llegar a los deudores.
A veces, cuando tenía tiempo libre, se sentaba a leer los nombres de los alumnos, marcaba el número de teléfono que habían registrado en los documentos y les hablaba. —Les decía: “Compré la cartera de la deuda de la Universidad Arcis y en mi mano tengo unos cheques tuyos”. Y me preguntaban: “¿ Pero por qué tiene ese cheque? ¿ De qué empresa me está llamando?”, Y yo le decía: “De ninguna empresa, hijo. Soy un gallo igual que tu papá”. Pero me agarraban a chuchás, porque no me creían.
Además, como tengo voz de flaite, pensaban que les estaba haciendo el cuento del tío —dice Cortés, con una sonrisa incrédula—. Es que nadie piensa que una persona te va a llamar para perdonarte una deuda. No funciona así el mundo. Luego tuvo otra idea. Como nadie le creía sus intenciones, pensó que inspiraría más confianza si alguien conocido lo respaldaba. Le pidió a su hijo que le escribiera a Joaquín Lavín y Daniel Jadue, alcaldes de Las Condes y Recoleta, pero ninguno le contestó siquiera el mail. Finalmente no hizo nada.
Pasó un año y medio hasta que, a comienzos de de 2021, mientras veía una nota de prensa en Chilevisión sobre el cierre de la Universidad La República, decidió enviarles un mensaje al Whats App de denuncias del canal y durante la noche del 12 de mayo pasado su historia salió en la tele.
Su hijo le creó un correo para alumnos se comunicaran con él: solu Al día siguiente, su nombre, su teléfono y su historia se viralizaron en las redes de la comunidad “arciana”. Trasladó todas las cajas a la oficina que tiene en su bodega y contrató a dos personas para que se encargaran de buscar los documentos.
Cuando aparecen, él se comunica con los alumnos. —Les digo: “Mira, no tengo interés de lucrar con esto, pero tengo que financiarlo: ¿ puedes pagar el 10%?”. Y hay gente que lo paga sin problema y otros que me han dicho que no tienen nada. Ellos se los llevan gratis Una de esas personas fue Josefa Encina de 34 años, egresada de la carrera de Actuación.
Cuenta que una amiga vio la noticia y le pasó el número de teléfono de Cortés. —Yo lo llamé y le pregunté cuánto me cobraba por los papeles, y él me dio vuelta la pregunta: “¿ Cuánto puedes pagar?”, me dijo. Y me dio vergitenza, porque no tenía nada. Josefa desahogó su vida por teléfono con él. Le dijo que había nacido en La Ligua, que era hija única, que tenía un hijo de 15 años y que sus padres habían fallecido.
Su mam: Miriam Torres, en 2016, en un accidente de tránsito en Estación Central, y en 2017 su padre y su abuela, también en un accidente, en Lima, mientras estaban de vacaciones. —Contratamos un tour y el bus se desbarrancó. Ellos murieron, yo me golpee la cabeza y mi hijo perdió un brazo —recuerda Josefa regresó dos meses después a Santiago, cuando su padre y su abuela ya habían sido sepultados. Tras eso le vino una depresión. Estaba en silla de ruedas y dejó de ac» tuar, principalmente porque el golpe le provocó amnesia, una secuela que aún padece. Soy actriz y lo que más utilizo es mi memoria, y la perdí. Me preguntaba: “¿ Qué más tiene que pasar para renacer?”. Y en eso apareció David. Después de escucharla, Cortés no pudo hacer otra cosa que entregarle los pagarés de manera gratuita. “¿Cómo te voy a cobrar?”, le dijo, Cuatro días más tarde, Josefa tenía los documentos en su poder, correspondiente a los años 2010 y 2011, por un total de 10 millones de pesos. La deuda abrió recuerdos que el accidente había borrado. Ahí estaba la firma de su mamá, que había fallecido endeudada por la educación de su hija. —Había períodos en que a mis papás les iba mal y no pagaban. En la universidad me decían que esa deuda se iba a acumular para el año pero un par de meses antes de egresar me echaron. Un amigo me contó que me fueron a sacar de la sala, porque de eso no me acordaba. En su departamento, Josefa tiene repartido 50 cuadernos con recuerdos que ha ido anotando, cuando algún estímulo le evoca el pasado que se esfumó. Fue una recomendación que su psicóloga le dio para ir rearmando su memoria. En esas páginas también anota el futuro, como las actividades del día olas que vendrán en la semana. Actualmente, trabaja haciendo talleres virtuales de teawo en el Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género.
En su caso cree que los papeles le pueden servir para demostrar, aunque sea con una deuda, que sí estudió en la universidad La Arcis yo la encontraba genial, por su nivel crítico y político, pero siento que se lavaron las manos. Todos los que estudiamos ahí fuimos abandonados, Como que el dis curso se les fue alas pailas. Imagínate, todos endeudados Y es eso, quizá, lo que más le duele hoy, ahora que ha recuperado los pagarés.
Aunque la condonación de David es prácticamente simbólica, porque el fallecimiento de su madre había extinguido la deuda ya en 2016, osta es la única muestra de generosidad que alguien le ha expresado desde que la universidad le impidió graduarse por no tener dinero para pagar. —¿ Cómo tan bondadoso? —se pregunta. Un Sobre una mesa redonda de madera hay diez fajos de cheques. Todos protestados por los bancos.
David Cortés toma uno y los hojea, como quien cuenta billetes. —Yo pienso que la gente se pregunta, ¿qué buscará este gallo? Porque estamos acostumbrado que algo hay que buscar, pero hay muchos que hacemos las cosas porque nos nacen del corazón —explica.
En esa misma mesa hay cinco pagarés que tiene que entregar esta semana y al lado una hoja de cuaderno escrita a mano con los nombres de 12 personas que hasta ahora han ido por sus documentos. Después de aparecer en televisión, no solo los exalumnos de la Arcis lo han contactado.
También recibió llamados de inversionistas que le han ofrecido tentadores negocios para “trabajar la cartera”, como dice él. —Un tipo me dijo que podía apretar un botón y mandar correos de cobranza a los siete mil alumnos de una pura vez, para que se acercaran a pagar. Esta persona me pedía 30% de lo recaudado, pero le dije que no, porque para mí esto no es un Suena su celular.
Es un mensaje de una joven llamada Patricia Salín, que hace unos días vino a buscar un pagaré por 1 millón 500 mil pesos. —Ya le deposité 50 mil, por ahora es lo que puedo pagarle —le escribe— Cuando cobre el Ingreso Familiar de Emergencia le abono el resto. Cortés graba un audio: —No se preocupe Patricia, no me debe nada.
Patricia Salín tiene 36 años, dos hijos y en 2011 egresó de Psicología de la Arcis, pero no pudo titularse, Estudiaba de noche, era buena alumna, había pagado en efectivo su carrera durante cuatro años, pero al quinto no pudo hacerlo y se le acumuló una deuda que le impidió presentarse a defender su tesis. Pasaron los años y en 2016, cuando la universidad estaba bajo la administración de un interventor, volvió a intentarlo. —Estudié mucho, me presenté y la encargada de los cierres de Psicología no me dejó. “La universidad murió por personas como tú”, me dijo, Ese día me vine llorando a la casa, porque yo no quería que me regalaran el título, quería facilidades de pago.
Patricia no fue parte de los alumnos que continuaron sus estudios en la Universidad Católica del Maule, que fue la institución con la que el ministerio de Educación acordó un convenio en agosto de 2018, lo que le permitió a cerca de1.200 alumnos continuar y concluir sus estudios. Cuenta que hubo un proceso de actualización que ella no realizó, porque no se enteró, y quedó fuera. Tampoco podía convalidar sus ramos en otra universidad, porque dice que la Arcis le retuvo todos sus documentos. Que la universidad murió y a nadie le importó, solo a los que estudiábamos ahí. Lo más triste es que la demolieron y ahora están construyendo un edificio, En 2018, luego de una profunda sensación de estancamiento, Patricia empezó desde cero. Se matriculó en el vespertino de Ingeniería en Recursos Humanos, en el Duoc, y obtuvo la gratuidad. Durante el día trabajaba haciendo aseo en departamentos, hasta que por la pandemia quedó sin empleo. En el último año ha vivido de los bonos y del retiro del 10% de la AFP. Hasta ahora, cuenta, no ha tenido dificultades financieras por la deuda, pero no significa que en el futuro no las pueda tener. Como no ha intentado pedir créditos ni obtener una cuenta corriente, desconoce si está en el boletín comercial. Quién sí los ha tenido es su mamá. —Ella fue la que firmó. Está en Dicom y se ha visto perjudicada en varios trámites que le han rechazado. A mí, lo que más me afectó, fue no haber podido ejercer mi carrera. Ojalá que esto permita titularme.
Cuando se levanten las restricciones por la pandemia, cuenta, acompañará a su madre al boletín comercial para que borren su historial moroso y ella le escribirá ala encargada de los procesos pendientes de los alumnos, la misma que no la dejo dar el examen, para decirle que ya no debe nada. Aunque David Cortés le ha dicho que están al día, ella quiere pagarle un poco más. 1 vez esta deuda esté prescrita, pero para mí nunca lo estuvo. De hecho, siempre que fantaseaba con que me ganaba un premio, decía: “Lo primero que voy a pagar, ser la universidad”. Para titularme. Cortés cree que devolver asus dueños esta deuda le dará nuevas oportunidades a jóvenes que, según él, han sido duramente castigados. Hay una idea que le da vueltas.
Después de entregar los pagarés sobra un poco de plata, sueño con comprar más deuda, de otras universidades o instituciones, y hacer una fundación que se dedique a devolver estos documentos A David Cortés, no solo su familia lo recordará.
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