Vida y obra de Convit: El científico venezolano que revolucionó el tratamiento contra la lepra

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El médico venezolano Jacinto Convit, fallecido en Caracas el 12 de mayo de 2014, dedicó su vida a la investigación epidemiológica, dejando una huella imborrable en la historia de la medicina. Su mayor logro, el desarrollo de una vacuna contra la lepra, una enfermedad que por siglos atormentó a la humanidad, lo catapultó al reconocimiento mundial.

Nacido en la capital venezolana el 11 de septiembre de 1913, Jacinto Convit García fue el segundo de los cinco hijos de Francisco Convit, un inmigrante catalán, y Flora García Marrero, venezolana. La familia, que inicialmente gozó de una situación económica acomodada, enfrentó dificultades financieras justo cuando Jacinto se preparaba para iniciar sus estudios universitarios.

Su formación académica comenzó en el Colegio San Pablo, donde cursó la primaria, y continuó en el liceo Andrés Bello de Caracas. Allí, tuvo el privilegio de ser alumno de dos figuras emblemáticas de la educación venezolana: Rómulo Gallegos y Pedro Arnal. El 19 de septiembre de 1932, Convit ingresó a la escuela de medicina de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

En septiembre de 1937, obtuvo el título de Bachiller en Filosofía, paso previo para alcanzar su meta: el título de Doctor en Ciencias Médicas. Un año después, el 27 de septiembre de 1938, defendió su tesis “Fracturas de la Columna Vertebral” y se graduó, comenzando así una trayectoria profesional dedicada a la salud pública. Su encuentro con la lepra, sin embargo, se produciría antes de culminar sus estudios, marcando un rumbo definitivo en su carrera y en su vida. Ya se perfilaba una vocación que florecería en las décadas siguientes.

Los primeros pasos en la lucha contra la lepra

El año 1937 fue crucial en la vida de Jacinto Convit. Siendo aún estudiante de medicina, fue invitado por Martín Vegas, profesor de dermatología, y Carlos Gil Yépez, a visitar la leprosería de Cabo Blanco, en el entonces departamento Vargas del Distrito Federal. Este primer contacto con la realidad de la lepra marcaría el inicio de una dedicación inquebrantable a esta enfermedad.

Tras graduarse, el hijo de Francisco Convit y  Flora García Marrero comenzó a trabajar como médico residente en la misma leprosería de Cabo Blanco, institución que dirigiría a partir de 1943. Allí, se sumergió en el estudio de los aspectos clínicos y de laboratorio de esta afección, que en aquel entonces se combatía principalmente mediante el aislamiento de los enfermos.

Su compromiso con la salud pública se manifestó también en su labor como director ad honorem de la Cruz Roja, seccional La Guaira, entre 1940 y 1943. Esta experiencia le permitió ampliar su visión de la clínica médica. Paralelamente, Convit asistía a la consulta de enfermedades de la piel del Dispensario Central, en Caracas, consolidando así su formación en dermatología.

Su excelencia en esta área se forjó bajo la tutela de dos grandes maestros: Martín Vegas y José Sánchez Covisa. Gracias a ellos, y a su propio esfuerzo, Convit se convirtió en un referente en la lucha contra la lepra en Venezuela. En 1945, el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (MSAS) lo envió a Sao Paulo, Brasil, para conocer los servicios antileprosos de ese país, donde la enfermedad representaba un grave problema sanitario. Convit se encontró allí con una realidad abrumadora: 35000 enfermos hospitalizados en grandes sanatorios, enfrentando múltiples problemas. Esta experiencia, sin duda, fortaleció su determinación de encontrar soluciones efectivas.

Consolidación de una Carrera: Investigación, docencia y cargos clave

La trayectoria de Jacinto Convit fue una sinfonía de investigación, docencia y compromiso con la salud pública. Su carrera docente se inició en 1940, colaborando con la Cátedra de Medicina Tropical de la UCV, donde impartía sus conocimientos sobre la lepra a los estudiantes, directamente en la Leprosería de Cabo Blanco.

Su ascenso académico fue meteórico. En 1945, ya era instructor y Director del Laboratorio de la Cátedra de Dermatología. En 1950, alcanzó la jefatura de Clínica Dermatológica del Hospital Vargas de Caracas. Para 1958, coordinaba todas las actividades dermatológicas –asistenciales, docentes e investigativas– demostrando un liderazgo indiscutible.

Su espíritu innovador lo llevó a fundar, en 1967, la Cátedra de Clínica Dermatológica en la Escuela de Medicina José María Vargas. Además, impulsó la creación de dos programas de postgrado de gran impacto: Clínica Dermatológica (1964) y Microbiología Médica (1965), formando a generaciones de especialistas.

Paralelamente a su labor docente, Convit se desempeñó en cargos de gran responsabilidad. A su regreso de Brasil, fue nombrado Médico Director de las leproserías nacionales (hasta 1946), y luego, Médico Jefe de la División de Lepra (desde julio de 1946). Desde esta posición, le correspondió la tarea de organizar la red nacional de lucha contra esta enfermedad, un desafío que asumió con determinación.

Su incansable búsqueda de un modelo experimental para curar la lepra lo llevó a experimentar con diversas especies animales, bajo diferentes condiciones. Entre 1944 y 1945, sus estudios lo llevaron a Estados Unidos, a la Unidad de Cáncer y Piel de la Universidad de Columbia y a la Universidad Western Reserve. Era un científico en constante búsqueda del conocimiento.

Hitos en la lucha antileprosa y reconocimiento internacional

El 1 de julio de 1946, el hijo de Francisco Convit y Flora García asumió la dirección de la recién creada División de Lepra del MSAS, marcando un antes y un después en la lucha contra esta enfermedad en Venezuela. Bajo su liderazgo, se implementó una ambiciosa estrategia que incluyó la creación de 20 servicios antileprosos y 171 dispensarios a lo largo del país.

En 1962, la División de Lepra se transformó en la División de Dermatología Sanitaria, ampliando su alcance a otras enfermedades de la piel. Convit, por supuesto, continuó al frente de esta nueva entidad. Su labor no se limitó al ámbito nacional. En 1942, junto a otros destacados dermatólogos como José Sánchez Covisa, Martín Vegas y Juan di Prisco, fundó la Sociedad Venezolana de Dermatología y Venereología, siendo su primer presidente (1942-1944).

Su prestigio trascendió fronteras. En 1968, fue elegido Presidente de la Asociación Internacional de la Lepra (ILA), cargo para el cual fue reelecto en 1973. Ese mismo año, asumió la presidencia de la International Journal of Leprosy Corporation. En 1971, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo nombró Director del Centro Cooperativo para el Estudio Histológico y Clasificación de la Lepra, posición que mantuvo durante años. En 1976, fue electo Director del Centro Panamericano de Investigación y Adiestramiento en Lepra y Enfermedades Tropicales.

Su compromiso con la investigación se reflejó en su participación en 143 reuniones científicas y en la publicación de 262 trabajos. Sus aportes abarcaron no solo la lepra, sino también otras enfermedades como la leishmaniasis, la oncocercosis y las micosis humanas.

Su enfoque integral abordó los aspectos clínicos, epidemiológicos, terapéuticos y de control de estas patologías. El armadillo, un aliado inesperado se presentaba en la escena.

El armadillo, la vacuna y el Nobel que no llegó

En 1989, Jacinto Convit anunció un hallazgo que cambiaría el curso de la investigación sobre la lepra. Descubrió que los armadillos provenientes de la zona cercana a la represa del Guri, en el estado Bolívar, eran excepcionalmente susceptibles al Mycobacterium leprae, el bacilo causante de la enfermedad. A diferencia de los armadillos de otras regiones, estos animales ofrecían un modelo experimental único.

A partir de este descubrimiento, Convit y su equipo de investigadores desarrollaron una vacuna que demostró ser efectiva en el tratamiento de la lepra. Posteriormente, el científico venezolano postuló que este mismo modelo de vacuna podría ser utilizado para combatir la leishmaniasis, otra enfermedad que afectaba a la población. Los resultados confirmaron su hipótesis, logrando un éxito rotundo en la cura de esta afección.

A pesar de los problemas de salud que lo aquejaron a partir de 1996, y que lo obligaron a disminuir su presencia en los laboratorios, Convit se mantuvo activo y preocupado por el bienestar de su país.

Su invaluable contribución a la ciencia fue reconocida con numerosos galardones, entre ellos: la Orden del Libertador en grado de Comendador (1961), la Medalla “Cultura Gaspar Vianna” (Brasil), el Premio Príncipe de Asturias (España), el Premio “José Gregorio Hernández” de la Academia Nacional de Medicina, y el Premio “Ciencia y Tecnología 1990” (México).

En 1988, fue postulado al Premio Nobel de Medicina, un reconocimiento que, aunque no se concretó, no opacó su inmensa labor. Jacinto Convit, un hombre que dedicó su vida a aliviar el sufrimiento humano, fue más que un científico: fue un faro de esperanza. Su legado, sin embargo, trasciende los premios y reconocimientos.

El 21 de febrero de 1991, recibe un homenaje por parte del Congreso Nacional de Venezuela.

Vida personal y legado duradero

Más allá de los logros científicos y los cargos de alta responsabilidad, la vida de Jacinto Convit estuvo marcada por un profundo compromiso humano. Su matrimonio con Rafaela Marotta D’Onofrio, una enfermera que conoció en 1937 y con quien contrajo nupcias el 1 de febrero de 1947, fue un pilar fundamental en su vida. Fruto de esta unión nacieron cuatro hijos: Francisco (1948), Oscar (1949) y los gemelos Antonio y Rafael (1952).

Su labor fue reconocida no solo a nivel institucional, sino también por la sociedad civil. Numerosas promociones de estudiantes de educación media y de médicos egresados de diversas universidades nacionales llevan su nombre, un testimonio del impacto que tuvo en las nuevas generaciones.

Entre los múltiples reconocimientos que recibió, destacan: la Orden “27 de junio” de la UCV, la Orden “Francisco de Miranda”, la Medalla “Federación Médica Venezolana”, el Premio Nacional a la Creatividad y a la Inventiva, y la Medalla “Salud para todos en el año 2000”. Además, fue honrado con el título de Doctor Honoris Causa por las Universidades Santa María, Francisco de Miranda, Nacional Abierta y Universidad de Los Andes.

La Sociedad Venezolana de Microbiología le otorgó el Premio “Luis Daniel Beauperthuy” el 6 de noviembre de 1972, reconociendo sus aportes a la ciencia.

Fue miembro de prestigiosas instituciones como la Asociación Internacional de Lepra, la Royal Society of Tropical Medicine and Hygiene, la Society for Investigative Dermatology, la Academia de Ciencias de América Latina y la Academia Nacional de Medicina.

Actualmente, al momento de su fallecimiento, formaba parte del Comité de Expertos en Lepra de la OMS y dirigía el Centro Cooperativo de Investigaciones Terapéuticas de la Lepra (OMS) en Venezuela.

Convit creó 21 laboratorios dedicados a la salud pública, entre ellos el Instituto de Biomedicina de Caracas (originalmente Instituto de Dermatología). Fue miembro fundador de la Sociedad Venezolana de Dermatología y Venereología, la Sociedad Venezolana de Alergología y la Sociedad Venezolana de Salud Pública.

En 1940 se inscribe en el libro de Médicos Residentes, en el departamento Libertador, especializado en medicina interna y enfermedades en la piel.

El 1 de enero de 1962, se crea la División de Dermatología Sanitaria.
Fue Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Vargas en el período 1958-1995, director del Instituto de Biomedicina desde 1972, y miembro del consejo de la Facultad de Medicina a partir de 1973.

Recibió el Premio “Abraham Horwitz” y el “Martín Vegas”.

Jacinto Convit, un hombre cuyo sueño era erradicar la lepra, dejó un legado que perdura, inspirando a futuras generaciones de científicos y profesionales de la salud a seguir su ejemplo de dedicación, perseverancia y amor por la humanidad.

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