Los nuevos magnates del turismo en una isla desolada en Venezuela
Suele repetirse hasta el cansancio que Venezuela podría sustentar su economía en el turismo. La variedad de sus paisajes, el clima, la ubicación, la exuberancia. Los gobiernos de Hugo Chávez y, ahora, el de Nicolás Maduro no escaparon de ese discurso que pone al turismo como punta de lanza de desarrollo, pero en los últimos años se ha alejado de la familia venezolana para proyectar al país como un codiciado destino exótico, con lujos reservados para quienes pueden pagarlos.
Según un reportaje de Armando.info, así lo ha presentado el gobierno en las ferias internacionales del sector y no son pocos los inversionistas seducidos por la oferta gubernamental. No temen las consecuencias de una alianza, ni pareciera importarles la mala reputación del régimen de Maduro sobre el que pesan sanciones económicas de Estados Unidos. Es tentador tener los privilegios de operar en las zonas turísticas donde absolutamente todo tendrá precio y se cobrará en divisas. El mismo modelo que aplicó Cuba en el período especial hoy lo copia la revolución bolivariana.
Los hoteles de la cadena estatal Venezolana de Turismo (Venetur) son el primer ejemplo de esta nueva estrategia. Hoteles que en tiempos de Hugo Chávez fueron expropiados y confiscados para una “estrategia de diversificación y desarrollo sustentable orientada a la inclusión” hoy están en manos de privados. Unos con alguna experiencia en el sector y otros, totalmente desconocidos, pero todos privilegiados a la sombra de la revolución.
A mediados de 2017 se intensificaron las alianzas con estos inversionistas, justo cuando Marleny Contreras -esposa del número dos del chavismo, el actual presidente de la Constituyente, Diosdado Cabello- estuvo al frente del Ministerio de Turismo (Mintur). Entre ellos despunta la empresa Desarrollo Turístico PLC 2017 C.A., que concretó dos acuerdos y ahora opera los más importantes hoteles de la red estatal ubicados en las ciudades costeras de Puerto La Cruz (estado Anzoátegui) y Cumaná (Sucre), en el oriente de Venezuela.
El socio mayoritario, Víctor Manuel Martins Alfaiate (o Vitor, como es su ortografía real), un portugués que comenzó hace más de veinte años con dos pequeños hoteles en las islas de Margarita y Coche -parte del estado insular Nueva Esparta- ahora ostenta una de las principales cadenas hoteleras y se ha extendido con éxito por otros destinos exclusivos del país. También ha diversificado su negocio: bodegón, tiendas de ropa, inversiones inmobiliarias, agencias de viajes, boletería, material promocional y todo tipo de operación turística. Además, es socio de una camaronera que muestra buenos números año tras año.
Su meteórico crecimiento ha sido impulsado por créditos turísticos y agrícolas a los que ha tenido acceso con alguna facilidad si se toma en cuenta que Margarita atraviesa uno de los peores momentos de funcionamiento de los servicios públicos y cuando la actividad turística experimenta una brutal caída en la ocupación y en la movilización
Autopista al paraíso
Más allá de los discursos, lo cierto es que el turismo no había sido una prioridad económica real en un país dependiente del petróleo y con las arcas llenas. Margarita, a la que se solía llamar “la perla del Caribe”, era el destino vacacional de las familias de clase media y de numerosos extranjeros que llegaban directamente a la isla.
Era más atractivo llegar a Margarita desde la ciudad brasileña de Manaos que visitar las costas de Río de Janeiro, había regularidad en los ferrys que partían de La Guaira y Puerto La Cruz, los cruceros del Caribe tenían una parada de desembarque en la isla y la actividad aérea era masiva, principalmente con vuelos directos de Frankfurt, Ámsterdam y París. Todo eso cambió en los últimos 20 años.
La ola de expropiaciones, desocupaciones de zonas turísticas, ineficiente servicio público y la casi inexistente conectividad marítima y aérea afectado las movilizaciones turísticas prácticamente hasta la neutralización. Atrás quedó la Margarita comercial y paradisíaca para la extinta clase media venezolana y mutó a un destino para un perfil de mayor poder adquisitivo, que busca rodearse de comodidad, lujo, servicios y exquisita gastronomía en hoteles de diseño.
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