The Washington Post: El exjefe de inteligencia de Maduro llega a EE.UU. con acusaciones en contra del gobierno venezolano

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En un palacio que según algunos dicen está ocupado por conspiradores, oportunistas y malhechores, el presidente venezolano Nicolás Maduro podía al menos contar con la lealtad de un hombre: el Gen. Manuel Ricardo Cristopher Figuera.

El musculoso hombre de 55 años cargaba el sello rojo de los verdaderos creyentes de la revolución, cultivado durante una década como jefe de seguridad de Hugo Chávez, el padre del estado socialista de Venezuela y mentor de Maduro. Estudió el arte de la inteligencia con los maestros de la Cuba comunista. Llegó al clímax de su poder en octubre, con su nombramiento como cabeza de la policía de inteligencia de Maduro: la temida SEBIN.

Y mientras Juan Guaidó, el líder de la oposición respaldado por EE.UU., anunció su levantamiento para sacar a Maduro el 30 de abril, Figuera surgió como un conspirador sorpresa y, mientras el levantamiento fallaba, como un hombre repentinamente corriendo por su vida a las manos de operadores de EE.UU. en la vecina Colombia.

Después de dos meses escondido en la capital colombiana, protegido a toda hora por efectivos de seguridad, Figuera llega a Estados Unidos el lunes armado con un tesoro: secretos de Maduro. Los negocios ilegales de oro. Las células de Hezbollah operando en Venezuela. El nivel de la influencia cubana dentro del palacio presidencial de Miraflores.

El levantamiento falló, y Maduro sigue en el poder. Pero Figuera no se arrepiente de haberse volteado en contra de su jefe. “Yo estoy orgulloso de lo que hice”, dijo la semana pasada desde el cuarto de un hotel en el centro de Bogotá. “Por ahora el régimen nos sacó una morena. Pero eso puede cambiar rápidamente”.

Ésta es la historia de cómo la oposición volteó a un hombre que se creía era imposible de voltear, y la información que está ahora compartiendo con los estadounidenses. Está basada en semanas de entrevistas con más de una docena de participantes, líderes de la oposición y oficiales de EE.UU., incluyendo 12 horas de entrevistas exclusivas con Figuera, sus primeras con un periódico masivo, y por mucho las más exhaustivas.

La oposición y los americanos han celebrado una parcial victoria con la deserción de Figuera; evidencia, dicen, de que han sido efectivos y que su esfuerzo se mantiene vigente incluso después del levantamiento fallido.

Pero como jefe del SEBIN, Figuera lideró una agencia acusada de detenciones arbitrarias y torturas. Era uno de cinco oficiales venezolanos sancionados por la administración de Trump en febrero. Su camino ilustra los intercambios morales que los opositores de Maduro han estado dispuestos a hacer en su esfuerzo de remover a Maduro.

Figuera defiende su trabajo para avanzar al chavismo. Pero dice que se arrepiente de algunos de los excesos.

“Tengo una gran deuda con la gente que sigue en la cárcel”, dijo Figuera reteniendo lágrimas. “La gente que se le murió familia y no los pudieron ni ver. Eso me quiebra”.

Continuó, “hay mucha gente ahí que es inocente, y yo tengo una deuda con ellos. No se hizo todo lo que se pudo. Yo pensé en algún momento que podría sensibilizar a Maduro”.

“No pude”

El gato y el ratón

En la templada noche caraqueña del 28 de marzo, los conspiradores en contra de Maduro se lanzaron a su apuesta más riesgosa. César Omaña, un médico aventurero y empresario de 39 años nacido en Venezuela, entró a la torre de oficinas del SEBIN con la misión de reclutar a su jefe.

Omaña, basado en Miami, estaba viviendo en medio de dos mundos. Era amigo cercano de una de las hijas de Chávez y otros oficiales de alto rango leales a Maduro, así como miembros clave de la oposición. Diferente a otros empresarios venezolanos involucrados en la conspiración, no ha sido procesado por crímenes y no tiene sanciones de EE.UU. en su contra. Pero estaba perturbado por el colapso del país bajo Maduro.

Desde noviembre, Omaña también había estado en contacto con oficiales estadounidenses, de acuerdo con Omaña y oficiales de EE.UU. Más recientemente, había establecido contacto regular, incluso una creciente amistad, con el líder de la oposición Leopoldo López, el más famoso preso político de Venezuela y mentor de Guaidó.

Omaña estaba nervioso de enfrentarse a Figuera.

“Era el tercer hombre más poderoso del país”, dijo, sentado junto al general en Bogotá la semana pasada en una cachucha negra Top Gun y zapatos de Yohji Yamamoto. “Podría haberme arrestado y ya”.

Figuera estaba en el radar de los americanos. Sanciones congelaron sus propiedades en EEUU—que dijo que no tiene—y se le prohibió a americanos hacer negocios con él. Oficiales americanos han dicho públicamente que a los leales a Maduro que se voltearan se les podría levantar las sanciones.

Omaña y Figuera comenzaron a hablar como en un juego de gato y ratón, cada uno intentando descubrir qué sabía y quería el otro.

“Le dije: ‘dime algo que yo no sepa’”, dijo Figuera.

Omaña le comenzó a hablar del plan de oposición que aún estaba en construcción.

“Hablamos de Sudáfrica y Mandela. Y eventualmente hablamos de un plan inicial, una ley de reconciliación. Convencer a Maduro de irse”.

“Yo le dije que estaba listo para ver salir a Maduro”, dijo Figuera.

“Y yo dije, ‘Sí, estás viendo el tablero de juego pero no estás jugando’”, dijo Omaña. “Y eso como que rompió el hielo…¨

“Y ahí comenzó la conspiración”.

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Semanario El Venezolano. Madrid, del 03 al 16 de agosto de 2022

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